La creencia errónea que el Islam fue difundido a la fuerza

Uno de los prejuicios promovidos por los enemigos de la justicia que no leen las fuentes históricas imparciales, sino que repiten una y otra vez lo que le hacen creer los medios de comunicación, es la falsa acusación de que el Islam fue difundido a la fuerza. Existen varias aleyas en el Sagrado Corán que refutan estas calumnias.

Dios, Enaltecido sea, dice en el Sagrado Corán: “No está permitido forzar a nadie a creer. La guía se ha diferenciado del desvío. Quien se aparte de Satanás y crea en Dios, se habrá aferrado al asidero más firme (el Islam), que nunca se romperá. Y Dios es Omnioyente, Omnisciente”.
(2:256)

Y dice: “Si tu Señor hubiera querido, todos los habitantes de la Tierra habrían creído. Tú (Oh, Muhammad) no podrás hacer que los hombres crean aunque se lo impongas”.
(10:99)

Y dice: “Y diles: La verdad proviene de vuestro Señor. Quien quiera creer que crea y quien no quiera que no lo haga. Pero sabed que tenemos preparado para los inicuos un fuego que les rodeará. Cuando sofocados pidan de beber se les verterá un líquido como el metal fundido que les abrasará el rostro. ¡Qué pésima bebida y qué horrible morada!”
(18:29)

Y dice: “Si se niegan a creer, sabe que a ti sólo te incumbe transmitir (el Mensaje) claramente”.
(16:82)

Y dice: “Exhorta (Oh, Muhammad) a los hombres, pues esa es tu misión”.
(88:21-22)

Y dice: “Diles: Obedeced a Dios y obedeced a Su Mensajero. Si se rehúsan, (sepan que) el Mensajero sólo rendirá cuentas por lo que se le ha encomendado y que ellos deberán hacerlo por lo que se les ha ordenado, pero si le obedecen (al Mensajero) se encaminarán. Y por cierto que Nuestro Mensajero sólo tiene la obligación de transmitir (el Mensaje) con claridad”.
(24:54)

Y dice: “Si alguno de los idólatras te pidiera protección, ampárale para que así recapacite y escuche la Palabra de Dios, luego (si no reflexiona) ayúdale a alcanzar un lugar seguro; esto es porque son gente ignorante”.
(9:6)

Estas y otras aleyas del Corán y las enseñanzas del Profeta ( s)dejan en claro que la coacción en la religión no está permitida, nunca se debe forzar a nadie contra su voluntad a convertirse al Islam. La fe debe ser adquirida a través del conocimiento y la libre elección sobre la base de una firme convicción en el corazón, seguido del testimonio de la buena palabra y las buenas obras. Pronunciar meramente de la boca para afuera “LA ILAHA ILLALLAH” (No hay otro dios más que Allah digno de adoración) no es suficiente para llamarse creyente, a pesar de que al decir estas palabras uno se convierte inmediatamente en musulmán. Dios les dijo a los beduinos que profesaban su fe verbalmente sin una firme convicción: “Los beduinos dicen: Creemos. Diles (Oh, Muhammad): Todavía no sois verdaderos creyentes. Mejor decid que habéis aceptado el Islam, pues la fe no ha ingresado completamente en vuestros corazones, vuestras obras no habrán sido en vano (y seréis recompensados por ellas); ciertamente Dios es Absolvedor, Misericordioso”.
(49:14)

Se sabe que no se puede forzar a nadie a que cambie lo que hay en lo profundo de su corazón, y es posible que alguien profese de palabra lo que en realidad no cree: esto no es Islam ni la fe islámica. Por esta razón, Dios dijo lo siguiente de quien bajo tortura se ve obligado a renunciar al Islam: “Quienes renieguen de la fe en Dios por haber sido forzados a ello, permaneciendo sus corazones tranquilos (y firmes) en la fe (no serán reprochados); pero quienes lo hagan y se complazcan con la incredulidad, incurrirán en la ira de Dios y tendrán un castigo terrible”.
(16:106)

La incredulidad ocurre cuando una persona abre su corazón a la idolatría y sobre eso comienza a cometer maldades y actos criminales contra Dios y contra las enseñanzas de Su Mensajero( y)convirtiéndose así en un traidor del Islam.

Otra acusación relacionada a lo que acabamos de mencionar es que el Islam fue difundido con a la fuerza por medio de las armas. Es un hecho establecido que cualquier sistema o gobierno, sin importar su fuente, necesita tener una fuerza para defenderse del enemigo, preservar sus valores, difundir sus principios, asegurar el cumplimiento de sus leyes y hacer respetar las penalidades contra los criminales y los que se oponen al sistema. Como dijo el Profeta ( s) : “Ciertamente Dios amonesta con la autoridad del gobernante más que lo que amonesta con la Divina Revelación del Corán (es decir, más haciendo valer los castigos con justicia más que la conciencia de Dios de leer las escrituras)”.
(Transmitido por Al-Hindi y Kanz-ul- Aamaal)

Para analizar la verdad de esta acusación basándonos en hechos históricos, podemos recordar los primeros días del Islam y su fantástica expansión por el mundo. El Mensajero de Dios ( s) después que Dios le encomendara difundir Su mensaje, se quedó en la sagrada ciudad de Meca por trece años invitando al Islam a su gente, de la tribu de Quraish, y a los visitantes que pasaban por allí. Se valía de cualquier excusa para poder informar y difundir el mensaje de las revelaciones del Corán y de la Sunnah debiendo enfrentar falsas acusaciones, calumnias, persecuciones, acosos, boicots, amenazas, ataques y agresiones físicas brutales de la gente. Los creyentes sufrían al igual que él, y como Dios aún no había ordenado defenderse por medio de las armas, sus seguidores perseveraron y sufrieron las más duras persecuciones permaneciendo unidos y fieles a su actividad misionaria. Muchos fueron torturados y algunos se convirtieron en mártires por su fe en el Islam. El gran sufrimiento que soportaron durante ese período fue como una gran prueba de fe. El Profeta( s)alivió las heridas de su compañero Ammar ibn Yasir tras la muerte de sus padres, que fueron los primeros mártires del Islam, con las siguientes palabras: “Tened paciencia, Oh, familia de Yaser. El Paraíso será vuestra morada permanente”.
(Al-Hakim)


El Profeta ( s) le permitía a los seguidores que quisieran emigrar a Etiopía para escapar de la opresión y la tortura. Muchos se refugiaron bajo la tutela del gobernante más justo de esa época, Najashi, que eventualmente aceptó el Islam. Incluso en estas circunstancias desesperantes, Dios, el Más Sabio y Misericordioso, le ordenó al Mensajero Muhammad ( s) que fuera paciente y tolerante con su gente mientras propagara el mensaje. Existen varios ejemplos de su excesiva misericordia, gentileza, magnanimidad y compasión al enfrentarse con la violencia y la agresión continua. El Profeta ( s) y sus compañeros permanecieron firmes en su creencia y en la difusión del mensaje, obedeciendo la orden de Dios: “Sé paciente (Oh, Muhammad) como lo fueron los Mensajeros más destacados, y no les apremies (el castigo). El día que (los incrédulos) vean aquello con lo que se les había amenazado pensarán que estuvieron en la tumba sólo una hora del día. Y por cierto que éste (Corán) es un Mensaje (para toda la humanidad), y sólo serán castigados los desobedientes”.
(46:35)

Y aún así él rogaba por su guía con estas palabras: ““¡Oh, Dios! Por favor guía a mi gente porque ellos no saben nada”.

El Profeta ( s) continuó propagando el mensaje en Meca, y buscó las tribus que pudieran protegerlo y ayudarlo: se presentaba a sí mismo y explicaba su misión a las personas y tribus que visitaban Meca y en los grandes mercados donde los árabes se reunían. Entonces, un grupo de gente de la ciudad de Yathrib (conocida en el presente como Medina, la ciudad del Profeta) creyó en el mensaje del Islam y le juraron alianza para apoyarlo y defenderlo de la misma manera que defenderían sus propios bienes, honor, integridad y hogar, si él quisiera refugiarse allí y emigrar con sus compañeros. Esto coincidió con el punto límite de las persecuciones que sufrían en Meca, incluso los líderes de la tribu de Quraish habían planeado asesinar al Profeta( s)La emigración sería decisiva en la historia del Islam, porque en Medina se construyó la primera mezquita, la hermandad de los musulmanes creció y se expandió y se estableció por primera vez el Estado islámico dirigido por el propio Profeta( s)


Hay que tener en cuenta que el Profeta Muhammad ( s)y sus seguidores nunca derramaron una gota de sangre en retribución por todos esos años de persecución y opresión sufridos en Meca porque Dios les había ordenado no pelear, sino ser pacientes y perseverantes. La confrontación armada por parte de los musulmanes no comenzó sino hasta dos años después de la emigración de Meca a Medina, cuando la tribu de Quraish, por miedo a ser dominados, continuó con la persecución y la obstrucción del mensaje del Islam, y después de haber intentado por todos los medios de propagar el Islam pacíficamente.

La ciudad de Medina quedaba en la ruta de las caravanas comerciales de los Quraish camino a la región del Shams (actualmente Siria), entonces ocurrió el primer enfrentamiento cuando el Mensajero de Dios ( s)interceptó una de esas caravanas liderada por el noble Abu Sufyan. El Profeta( s) intentó imponerles un tipo de sanción económica a la tribu de Quraish que le permitiera propagar el Islam en paz y abiertamente y para compensar a los creyentes por las propiedades, posesiones y bienes que los Quraish les habían quitado antes de la emigración. La caravana escapó a la emboscada, pero tras enterarse del incidente, los líderes de Quraish prepararon un gran ejército bien armado para atacar a los musulmanes. En consecuencia, la primera batalla decisiva tuvo lugar en Badr, y los 313 musulmanes que combatieron mal equipados vencieron rotundamente a los arrogantes Quraishíes a pesar de pelear en inferioridad de condiciones. Dios, el Supremo, describe las razones justas de esta batalla y de las que vendrían: “Ellos fueron expulsados injustamente de sus hogares sólo por haber dicho: Nuestro Señor es Dios. Si Él no hubiera hecho que los creyentes vencieran a los incrédulos, se habrían destruido monasterios, iglesias, sinagogas y mezquitas en donde se recuerda frecuentemente el nombre de Dios. Ciertamente Dios socorre a quien se esfuerza denodadamente por Su religión, y Dios es Fuerte, Poderoso. Aquellos que, si afianzamos en la Tierra, practican la oración prescrita,pagan el Zakat, ordenan el bien y prohíben el mal. Y a Dios vuelven todos los asuntos.”
(22:40-41)

Y Dios, Sabio y Sublime, dice en el Sagrado Corán: “¿Por qué no combatís por la causa de Dios, cuando hay hombres, mujeres y niños oprimidos que dicen: ¡Señor nuestro! Sálvanos de los habitantes opresores que hay en esta ciudad. Envíanos quien nos proteja y socorra?”. (4:75)

AY dice: “Y combatid por la causa de Dios a quienes os combatan, pero no seáis agresores; porque ciertamente Dios no ama a los agresores”.
(2:190)

Todas las batallas peleadas y todas las victorias logradas por el Mensajero de Dios ( s) y sus compañeros tuvieron lugar en un período de veintitrés años que duró la misión en Meca y luego en Medina, sólo trescientos setenta y cinco personas murieron en estas peleas. El año nueve de la Hégira (la emigración), conocido como el Año de las Delegaciones, el Profeta ( s) se reunió con aproximadamente cien delegaciones de las tribus de toda la Península Arábiga para negociar. Recibió a cada uno con generosidad y grandeza y respondió todas sus preguntas y cuestionamientos sobre la creencia islámica (Aqida) y la jurisprudencia (Sharía). La mayoría quedó impresionada por las palabras del Profeta ( s) y aceptó el Islam. El Mensajero de Dios también envió cartas a los líderes de las regiones cercanas llamándolos a aceptar el Mensaje de Dios como mencionaremos más adelante en este libro.

Durante la vida del Profeta ( s) e inmediatamente después de su muerte, toda la Península Arábiga por primera vez en la historia estuvo unida bajo una ley justa y democrática y una religión Divina. La mayoría de los árabes aceptaron el Islam por voluntad propia al oír las palabras del Sagrado Corán, ver el ejemplo del Profeta( s) en su Sunnah (tradiciones) y de sus compañeros, y al comprender el sistema islámico. Sólounos pocos judíos y cristianos se negaron a aceptar el Islam, pero tenían permiso de quedarse dentro del Estado Islámico conservando su fe por medio de un contrato en donde se especificaba detalladamente los derechos y obligaciones que tenían ambas partes y estipulando un impuesto que deberían pagar a cambio de protección por parte del Estado y para estar exentos de hacer el servicio militar. Ciertamente, este cambio revolucionario fue un logro milagroso considerando que contaban con escasos medios materiales y el efecto global y duradero que tuvo. Dios es el Más Grande y le otorga el éxito a quien quiere.

Luego de la muerte del Profeta ( s) los Califas bien guiados, sus compañeros y predecesores siguieron su ejemplo. Defendieron el Estado Islámico de sus enemigos y conquistaron los imperios tiranos de alrededor que amenazaban la existencia y la propagación del Islam. Sentían mucho entusiasmo por su fe y la actividad misionaria que realizaban, lo hacían demostrando una moral recta y actuando con justicia. Los musulmanes tenían el mismo ejército, en cantidad de soldados, equipamiento, preparación y tácticas militares, que aquellos a quienes combatían, pero gracias a la vitalidad de su fe y su misión, sumada a la superioridad de su moral, conquistaron los corazones y las mentes de la gente común sin necesidad de destruir al ejército corrupto y tirano que oprimía a la gente.

Bashir Ahmad, un nuevo musulmán de nuestra época, reflexionó sobre esto y dijo: “Una de las preguntas más desconcertantes y uno de mis más serias preocupaciones antes de aceptar el Islam y convertirlo en mi forma de vida, era que como cristiano creía que el Islam se propagó por medio de la espada. Entonces, me pregunté: si fuera verdad, entonces ¿por qué gente de cada rincón del mundo sigue adhiriendo al Islam y lo acepta como nueva forma de vida? ¿Por qué vemos que la gente abraza el Islam a diario por propia voluntad sin que nadie lo fuerce a ello?”.
[Dr. Imad-du- Din Jalil: What Do They Say about Islam? (¿Qué dicen del Islam?) pág.295]

Sobre los orígenes de la creación de este mito, Norman A. Daniel dice: “El occidente ha formado un canon invariable de creencias sobre el Islam; decidió por sí mismo que el Islam es esto o aquello. Lo más importante es que el Islam también era adecuado para el occidente y le dio a la cristiandad la dignidad de tratar con una civilización en muchas formas superior”
[Islam and the West: The Making of an Image (El Islam y el Occidente: la construcción de una imagen), p. 270]

Sobre esta falacia, De Lacy O’Leary comentó: “La historia deja en claro, sin embargo, que la leyenda de los fanáticos musulmanes arrasando todo a su paso con la espada para imponer el Islam por la fuerza es un mito absurdo y fantástico que los historiadores repiten una y otra vez”
[Islam at the Crossroads (El Islam en la encrucijada) , Londres, 1923, pág. 8.]

Dr. Gustav LeBon states in his book, Civilization of the Arabs [p.127-128],: “...force was never a factor in the spread of the Koranic teachings, and that the Arabs left those they had subdued free to exercise their religious beliefs. If it happened that some Christian peoples embraced Islam and adopted Arabic as their language, it was mainly due to the various kinds of justice on the part of the Arab victors, with the like of which the non-Moslems were not acquainted. It was also due to the tolerance and leniency of Islam, which was unknown to the other religions.”
[Paraphrased from Dr.Imad-du-Deen Khalil: What Do They Say about Islam? p.314]

Dr. Gustave LeBon dice en su libro La civilización árabe (pp. 127-128): “La fuerza nunca fue un factor en la propagación de las enseñanzas coránicas, y los árabes permitían que aquellos a quienes habían dominado siguieran practicando su fe libremente. Si algún cristiano abrazaba el Islam y adoptaba el árabe como su idioma, solía ser por la justicia con la que eran tratados por los árabes, algo a lo que los no musulmanes no estaban acostumbrados. También se debía a la tolerancia y la indulgencia del Islam, algo desconocido en las otras religiones” [Paráfrasis del Dr.Imad-du- Din Jalil en su libro: What Do They Say about Islam? (¿Qué dicen del Islam?) pág. 314.]

También dice: “Los primeros Califas fueron notablemente amables en el trato con la gente de Siria, Egipto, España y todos los países que conquistaban, permitiéndoles que apliquen sus leyes y creencias sólo imponiendo sobre ellos un impuesto a cambio de protección para mantener la paz. Realmente el mundo no ha conocido conquistadores más misericordiosos y tolerantes como los árabes”.

Si el Islam se hubiera propagado como consecuencia de las guerras que los enemigos del Islam que amenazaban su supervivencia, y por las conquistas de los regímenes corruptos y opresores que le sucedieron, ¿no es algo único y desconocido en la historia, especialmente cuando se lo compara con otras civilizaciones? Lo verdaderamente excepcional de las conquistas islámicas es que en general tuvieron como objetivo liberar de la opresión, como describen los libros de Historia la respuesta que le dieron los compañeros del Profeta ( s) al Emperador de Persia cuando les preguntó qué había traído a los musulmanes a sus tierras: “Dios nos ha enviado hasta los confines del mundo en toda su extensión para liberar a la gente de la esclavitud del hombre sobre otro hombre y se sometan a la adoración de Dios, y para que pasen de sufrir las injusticias de los gobernantes, a la justicia del Islam”
[Veáse Ibn Kazir, Bidayah wa Nihayah.]

En contraposición directa a los numerosos ejemplos de masacres, violaciones, saqueos e injusticias en la historia que hemos mencionado en el prólogo, no encontramos hechos que se le comparen en la historia de las primeras conquistas islámicas.

Sobre la propagación del Islam, Thomas Carlyle comentó, en una de sus famosas lecturas: “Se ha dicho mucho sobre cómo Mohammad( s)propagó su religión con la espada. Esto es sin duda mucho más noble que lo que tenemos para alardear sobre la religión cristiana, que se difundió predicando pacíficamente con convicción. Aún así, si tomamos esto para determinar la veracidad o la falsedad de una religión, cometemos un gran error. La espada, sin duda, pero ¿de dónde sacarás tu espada? Cada nueva opinión en sus comienzos es una minoría. Ahí permanece aún, sólo dentro de la cabeza de un hombre. Un solo hombre en todo el mundo lo cree, un hombre contra el resto del mundo. Si tomara una espada e intentara propagar su creencia de ese modo, no lograría mucho. Primero debes tomar tu espada. En general, las cosas se propagan por sí solas como pueden. No encontramos ejemplos en los cuales la religión cristiana haya desdeñado la espada una vez que la levantó. La conversión de los Sajones en manos de Carlomagno no se realizó predicando. No me importa la espada: consideraré el hecho que algo luche por sí mismo con la espada o la palabra o implementando lo que tenga a mano. Dejaremos que prediquen, publiciten, peleen y se muevan con sumo cuidado con uñas y dientes porque no conquistarán nada que no merezca ser conquistado. Lo mejor de sí no puede sacar lo peor. En este gran duelo, la naturaleza misma es el árbitro y no puede causar ningún daño: aquello que está enraizado profundamente en la naturaleza, lo que nosotros llamamos lo más verdadero, aquello que nadie más verá crecer al final”
[‘Heroes, Hero Worship, and the Heroic in History’ (Héroes, la adoración de héroes y los actos heroicos de la historia), lectura 2, viernes 8 de mayo de 1840.]

En contraste a esto, veamos algunos pasajes de la Biblia y analicemos lo que los judíos y cristianos consideraban divino y sagrado sobre la guerra, y qué los llevaba en ocasiones a hacer sus conquistas y expansiones. El Libro de Deuteronomio dice: “Cuando te acerques a una ciudad para atacarla, hazle primero una oferta de paz. Si acepta y abre las puertas, todos los habitantes de esa ciudad quedarán bajo tu dominio y serán tus esclavos. Pero si la ciudad rechaza la paz y entra en batalla contra ti, la sitiarás; y cuando el Señor tu Dios la entregue en tus manos, matarás a filo de espada a todos sus hombres. Como botín, podrás retener a las mujeres y a los niños, y el ganado y todo lo demás que haya en la ciudad. También podrás comer del botín de tus enemigos, que te entrega el Señor tu Dios. Así tratarás a todas las ciudades lejanas que no pertenezcan a las naciones vecinas. Sin embargo, en las ciudades de los pueblos que el Señor tu Dios te da como herencia, no dejarás nada con vida. Exterminarás del todo a hititas, amorreos, cananeos, fariseos, heveos y jebuseos, tal como el Señor tu Dios te lo ha mandado”.
[Deuteronomy 20: 10-18].

Sobre la conquista de la ciudad de Jericó y el destino de los habitantes indígenas, encontramos lo siguiente: “Entonces los sacerdotes tocaron las trompetas, y la gente gritó a voz en cuello, ante lo cual las murallas de Jericó se derrumbaron. El pueblo avanzó, sin ceder ni un centímetro, y tomó la ciudad”.
(Josué 6: 20)

En las ciudades de Muqeideh y Labneh hicieron lo mismo que en Jericó (Josué 10: 28).

Según los Evangelios, Jesús (a) dijo: " No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada”

en Mateo 10: 34 y en otra ocasión agregó: “Ahora, en cambio, el que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo, el que tenga una bolsa. Y el que nada tenga, que venda su manto y compre una espada”
(Lucas 22: 36).

¿Cuál es esta espada? ¿Quién tiene la autoridad para levantarla? La respuesta no está clara y es debatible, tal vez la encontremos cuando Jesús (a) regrese a la Tierra. Hasta la época de Constantino, los primeros cristianos fueron una minoría perseguida aparentemente sometida pero partidarios de la no violencia y a la espera del inminente regreso de Jesús (a), pero de allí en adelante, cuando los cristianos trinitarios se convirtieron en la religión oficial de la era posterior a Constantino, la espada fue levantada por el Estado y los líderes cristianos de la historia libraron numerosas guerras y conquistas en nombre de la religión. El principio cristiano de obediencia a cualquier autoridad se basa en las palabras de Jesús (a) cuando dijo: “Rendíos ante el César”. Los teólogos fueron acrecentando este concepto para racionalizar y legitimizar el derecho divino a gobernar, incluso en un sistema nacional y secular, según la doctrina enseñada por San Pablo consagrada en estas palabras: “Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él”.
(Romanos 13: 1)

Compararemos estos pasajes de la Biblia con las palabras del Sagrado Libro de Dios, el Corán y las tradiciones del Profeta (s) la Sunnah, para brindar más pruebas que el Islam es en verdad la religión de la paz, a pesar de que algunos musulmanes desobedientes traten de distorsionar la imagen del Islam, y a pesar de la propaganda ponzoñosa, las calumnias y la desinformación ridícula inventada y difundida por los enemigos del Islam en su cruzada contra el Islam y los musulmanes.

No negamos que en ocasiones los musulmanes hayan cometido aberraciones e injusticias, pero un vistazo general sobre las tendencias históricas son nuestra evidencia, como hemos mencionado anteriormente en este libro. Y en este sentido, sería pertinente mencionar un par más de ejemplos, ya que muestran un patrón general. Los conquistadores cristianos de Jerusalén asesinaron a todos habitantes judíos y musulmanes, mientras que en la reconquista en manos de Salahedín al-Ayubi sobresale el ejemplo de grandeza y generosidad islámica. También encontramos el contraste del Andaluz (la España musulmana) y Anatolia (Asia menor).

Los cristianos echaron a los musulmanes y a los judíos de España o los amenazaban de muerte para que se convirtieran al cristianismo durante la época infame de la Inquisición, el paradigma del trato que los musulmanes recibían del estado cristiano. En la misma época, cuando los musulmanes, en su mayoría de origen turco, conquistaron lo que hoy es Turquía, fueron mucho más tolerantes y hasta el día de hoy, la Iglesia Ortodoxa permanece en Estambul (ex-Constantinopla).

El reconocido orientalista Sir Thomas Arnold rechaza la maliciosa propaganda sobre el Islam y dice: “De todo intento organizado de forzar a los no musulmanes a aceptar el Islam o de cualquier tipo de persecución sistemática para acabar con el cristianismo, no oímos nada. Si los Califas hubieran elegido este camino, hubieran exterminado a los cristianos tan fácilmente como Fernando e Isabel erradicaron al Islam de España o como Luis XIV lo hizo con los protestantes en Francia o como echaron a los judíos de Inglaterra por 350 años. Las Iglesias orientales en Asia perdieron todo tipo de comunicación con el resto de la cristiandad, aunque nadie levantaba un dedo por ellas pues eran acusadas de herejía. Pero sin embargo, la supervivencia de estas iglesias hasta el día de hoy es una prueba irrefutable de la actitud tolerante de los gobernantes musulmanes”
[Sir Thomas W. Arnold: The Preaching of Islam, a history of the propagation of the Muslim faith, (La prédica del Islam, la historia de la propagación de la fe musulmana), Westminster A. Constable & Co., Londres, 1896, pág. 80.]

La realidad desafortunada de la historia es que los pasos históricos europeos, más que los islámicos, han venido a dominar el mundo, y que las reacciones contra las guerras religiosas incesantes entre las sectas cristianas de Europa han dado lugar al secularismo, humanitarismo, nacionalismo, ateísmo y a la total ausencia de Dios en la Europa moderna, y vemos que estas tendencias son la raíz de las plagas políticas y socioeconómicas más devastadoras para la humanidad hoy en día.